VALLEJO 128 AÑOS DEL GENIO (1891-2019)
II LLAVE DE ORO DEL FLAMENCO:
MANUEL VALLEJO (1926)
II LLAVE DE ORO DEL FLAMENCO:
MANUEL VALLEJO (1926)
Manuel Jiménez Martínez de Pinillos, Manuel Vallejo para la grandeza del flamenco, vino al mundo un 15 de octubre de 1891 en Sevilla con aires jerezanos en sus pulmones, ya que sus lamentos, dicen que se escuchaban por siguiriyas del Sr. Molina.
Baste esta pequeña broma introductoria para devolver una ínfima porción de realidad flamenca al cantaor más antológico completo y redondo que haya nacido hasta hoy. Un cantaor enciclopédico, como le gusta a la afición flamenca recordar a sus grandes maestros y Manuel Vallejo estuvo,está y estará, pese a quien le pese, en ese olimpo por méritos sobradamente contrastados.
Y es que desde su muerte en 1960 hasta 1990, Vallejo no existe en la memoria colectiva flamenca. Tres décadas de silencio para vergüenza de la afición y orgullo de unos cuantos; de plumillas bebedoras y mejores comedoras, como diría aquel periodista en mayúsculas. Pasarán ¡treinta años! Para volver a oir hablar de nuevo del pequeño cantaor sevillano, a raíz de la celebración que le organizan sin complejo alguno, sus biógrafos oficiales, a los que cariñosamente conocemos como “ Los tres Manolos”: (Yerga Lancharro, Centeno y Cerrejón). El motivo no puede ser más apropiado, el centenario de su nacimiento en 1991 .El lugar elegido : “Torres Macarena”, la peña flamenca con más solera de Sevilla.
Dos semanas de homenajes, conferencias y edición especial de un número de “Sevilla Flamenca”. Se tira la casa por la ventana y Pasarela edita una bella caja numerada de mil unidades, con un muy acertado disco, una réplica de la II Llave de Oro ganada en 1926 y un llavero de la Copa Pavón ganada en 1925. Toda una “joya”magníficamente ilustrada que no intenta paliar nada, salvo el flagrante silencio cometido hacia un profesional que no merece por personalidad artística y antológica obra, semejante olvido. Un legado que Vallejo construyó durante cuatro décadas y que otros se encargaron de borrar, o cuando menos, ocultar de la bibliografía oficiosa.
Manuel Vallejo conocerá tres épocas muy distintas. Una inicial formativa que le lleva hasta 1920; otra de éxito en calidad y cantidad que podemos fechar entre 1923 y 1950 y una tercera de ostracismo hasta su muerte en 1960.
Lo que nunca conoció Manuel Vallejo en vida fue la mediocridad. Sus últimas grabaciones de 1950, con Paco Aguilera a la guitarra son de un temple y una calidad exquisita. Nada tienen que envidiar a las primeras de 1923 con Ramón Montoya. Su voz poderosa, segura y con un timbre tan visceral, que parece mentira estar escuchando al mismo Vallejo de los años veinte, ahora con sesenta años a cuestas.
Mantener ese nivel con un repertorio de más de 20 palos diferentes le dan derecho propio a estar en cabeza de cartel tres décadas seguidas. Derecho a pasar a la historia del flamenco como leyenda sagrada a la misma altura de la genial Niña de los Peines. Pues no, nada más lejos de la realidad. Vallejo estará los mismos treinta años,pero oculto en un cajón de fandangueros y otros estilos que molestan al flamenco de turno en estos años 60 y 70. Cantes y cantaores que desaparecen de la escena y lo más grave, de la historia escrita flamenca. sólo porque no interesan en los años venideros.
En 1891 ya muerto Silverio y con un joven Antonio Chacón que todavía no se ha ganado el apodo de “ Don”, viene al mundo Manuel. Son tiempos de Cafés Cantantes donde un pequeño Manuel apenas puede asomar el cogote por edad en estos ambientes. Sin embargo, pregona por las calles sevillanas vendiendo toda clase de viandas y despertando en el vecindario una atención y un interés que jamás perdería ya durante décadas.
Vallejo es el cantaor más completo que he escuchado. No son palabras mías, lo dijo en plenitud una tal Pastora Pavón Cruz. Y es que la Niña de los Peines sabía muy bien ya en los años treinta cómo se las gastaba el pequeño gran cantaor payo de la vieja calle San Luis. Y sabía como compañera de faena, que Vallejo tenía cristalitos en la barriga para alicatar tres cuartos de baño. Ahora bien…¿Vallejo es el mejor cantaor de la historia? No. ¿Cantaores mejores? , seguro. ¿Más jondos?, por supuesto y ¿con una voz más flamenca?, a montones. Pero que hayan cantado tanto como Vallejo y de forma tan redonda…pocos. Sólo La Pastora Divina.
En estos años (1920-1950) Vallejo deja grabadas 23 siguiriyas de todos los estilos; 24 bulerias con un dominio del compás y una velocidad que hacen jalear al más pintado; otras tantas saetas; 17 malagueñas; 28 granadinas y medias; 8 fandangos por soleá (creación personal) y así hasta casi 150 placas que dan unos 245 cantes para deleite de todas las generaciones.
¿Quién deja semejante legado?
Y lo más ¡¡¡flagrante!!!
¿Quién dejando semejante legado puede ser arrinconado y olvidado en un triste cajón?
Afortunadamente esto no siempre fue así. Manuel Vallejo tuvo una personalidad muy fuerte, rara, que le granjeó pocas amistades en vida, pero su trono profesional se mantuvo seguro y firme mientras estuvo encima de un escenario. En algunos de sus cantes grabados hace referencias tanto él mismo como los que le jalean: “ …y decían que no podía…”, “eso es cantar…”…se escuchan de fondo.
En sus primeros años un joven Vallejo se pateará toda España aprendiendo el duro oficio de los escenarios en eternas turnés. Siempre muy bien acompañado y aprendiendo un oficio más serio de lo que hoy día es. Manolo Cerrejón en su homenaje en forma de libro: “Manuel Vallejo: Vida y obra de una leyenda del flamenco”( Giralda,2002) , incluye una multitud de cartelería donde se aprecia las interminables giras y el rango que va adquiriendo nuestro pequeño gran cantaor.
Barcelona será una plaza donde pasará varios años de su juventud aprendiendo los sinsabores del cante, en una década (1920) donde las cosas están cambiando muy rápido para el país y donde el flamenco no iba a ser menos. Parece sacar la cabeza de los cuartos, de los escasos cafés cantantes y reservados, para suscitar el interés de otros campos culturales más extensos como teatros y plazas. Los jóvenes y no tan jóvenes desean dignificar el flamenco llevándolo a otros ambientes y dando a conocer una música que se intenta buscar un sitio en una España emergente y convulsa.
Será el Concurso de Granada de 1922 el que abrirá la puerta de par en par al flamenco. Grandes personalidades como Falla y Lorca juegan en otra dimensión y su interés como músicos por el cante jondo hace de espaldarazo para salir de la cueva donde lleva metido el cante doscientos años.
Baste esta pequeña broma introductoria para devolver una ínfima porción de realidad flamenca al cantaor más antológico completo y redondo que haya nacido hasta hoy. Un cantaor enciclopédico, como le gusta a la afición flamenca recordar a sus grandes maestros y Manuel Vallejo estuvo,está y estará, pese a quien le pese, en ese olimpo por méritos sobradamente contrastados.
Y es que desde su muerte en 1960 hasta 1990, Vallejo no existe en la memoria colectiva flamenca. Tres décadas de silencio para vergüenza de la afición y orgullo de unos cuantos; de plumillas bebedoras y mejores comedoras, como diría aquel periodista en mayúsculas. Pasarán ¡treinta años! Para volver a oir hablar de nuevo del pequeño cantaor sevillano, a raíz de la celebración que le organizan sin complejo alguno, sus biógrafos oficiales, a los que cariñosamente conocemos como “ Los tres Manolos”: (Yerga Lancharro, Centeno y Cerrejón). El motivo no puede ser más apropiado, el centenario de su nacimiento en 1991 .El lugar elegido : “Torres Macarena”, la peña flamenca con más solera de Sevilla.
Dos semanas de homenajes, conferencias y edición especial de un número de “Sevilla Flamenca”. Se tira la casa por la ventana y Pasarela edita una bella caja numerada de mil unidades, con un muy acertado disco, una réplica de la II Llave de Oro ganada en 1926 y un llavero de la Copa Pavón ganada en 1925. Toda una “joya”magníficamente ilustrada que no intenta paliar nada, salvo el flagrante silencio cometido hacia un profesional que no merece por personalidad artística y antológica obra, semejante olvido. Un legado que Vallejo construyó durante cuatro décadas y que otros se encargaron de borrar, o cuando menos, ocultar de la bibliografía oficiosa.
Manuel Vallejo conocerá tres épocas muy distintas. Una inicial formativa que le lleva hasta 1920; otra de éxito en calidad y cantidad que podemos fechar entre 1923 y 1950 y una tercera de ostracismo hasta su muerte en 1960.
Lo que nunca conoció Manuel Vallejo en vida fue la mediocridad. Sus últimas grabaciones de 1950, con Paco Aguilera a la guitarra son de un temple y una calidad exquisita. Nada tienen que envidiar a las primeras de 1923 con Ramón Montoya. Su voz poderosa, segura y con un timbre tan visceral, que parece mentira estar escuchando al mismo Vallejo de los años veinte, ahora con sesenta años a cuestas.
Mantener ese nivel con un repertorio de más de 20 palos diferentes le dan derecho propio a estar en cabeza de cartel tres décadas seguidas. Derecho a pasar a la historia del flamenco como leyenda sagrada a la misma altura de la genial Niña de los Peines. Pues no, nada más lejos de la realidad. Vallejo estará los mismos treinta años,pero oculto en un cajón de fandangueros y otros estilos que molestan al flamenco de turno en estos años 60 y 70. Cantes y cantaores que desaparecen de la escena y lo más grave, de la historia escrita flamenca. sólo porque no interesan en los años venideros.
En 1891 ya muerto Silverio y con un joven Antonio Chacón que todavía no se ha ganado el apodo de “ Don”, viene al mundo Manuel. Son tiempos de Cafés Cantantes donde un pequeño Manuel apenas puede asomar el cogote por edad en estos ambientes. Sin embargo, pregona por las calles sevillanas vendiendo toda clase de viandas y despertando en el vecindario una atención y un interés que jamás perdería ya durante décadas.
Vallejo es el cantaor más completo que he escuchado. No son palabras mías, lo dijo en plenitud una tal Pastora Pavón Cruz. Y es que la Niña de los Peines sabía muy bien ya en los años treinta cómo se las gastaba el pequeño gran cantaor payo de la vieja calle San Luis. Y sabía como compañera de faena, que Vallejo tenía cristalitos en la barriga para alicatar tres cuartos de baño. Ahora bien…¿Vallejo es el mejor cantaor de la historia? No. ¿Cantaores mejores? , seguro. ¿Más jondos?, por supuesto y ¿con una voz más flamenca?, a montones. Pero que hayan cantado tanto como Vallejo y de forma tan redonda…pocos. Sólo La Pastora Divina.
En estos años (1920-1950) Vallejo deja grabadas 23 siguiriyas de todos los estilos; 24 bulerias con un dominio del compás y una velocidad que hacen jalear al más pintado; otras tantas saetas; 17 malagueñas; 28 granadinas y medias; 8 fandangos por soleá (creación personal) y así hasta casi 150 placas que dan unos 245 cantes para deleite de todas las generaciones.
¿Quién deja semejante legado?
Y lo más ¡¡¡flagrante!!!
¿Quién dejando semejante legado puede ser arrinconado y olvidado en un triste cajón?
Afortunadamente esto no siempre fue así. Manuel Vallejo tuvo una personalidad muy fuerte, rara, que le granjeó pocas amistades en vida, pero su trono profesional se mantuvo seguro y firme mientras estuvo encima de un escenario. En algunos de sus cantes grabados hace referencias tanto él mismo como los que le jalean: “ …y decían que no podía…”, “eso es cantar…”…se escuchan de fondo.
En sus primeros años un joven Vallejo se pateará toda España aprendiendo el duro oficio de los escenarios en eternas turnés. Siempre muy bien acompañado y aprendiendo un oficio más serio de lo que hoy día es. Manolo Cerrejón en su homenaje en forma de libro: “Manuel Vallejo: Vida y obra de una leyenda del flamenco”( Giralda,2002) , incluye una multitud de cartelería donde se aprecia las interminables giras y el rango que va adquiriendo nuestro pequeño gran cantaor.
Barcelona será una plaza donde pasará varios años de su juventud aprendiendo los sinsabores del cante, en una década (1920) donde las cosas están cambiando muy rápido para el país y donde el flamenco no iba a ser menos. Parece sacar la cabeza de los cuartos, de los escasos cafés cantantes y reservados, para suscitar el interés de otros campos culturales más extensos como teatros y plazas. Los jóvenes y no tan jóvenes desean dignificar el flamenco llevándolo a otros ambientes y dando a conocer una música que se intenta buscar un sitio en una España emergente y convulsa.
Será el Concurso de Granada de 1922 el que abrirá la puerta de par en par al flamenco. Grandes personalidades como Falla y Lorca juegan en otra dimensión y su interés como músicos por el cante jondo hace de espaldarazo para salir de la cueva donde lleva metido el cante doscientos años.
Que hoy, un siglo después de ese primer concurso, se siga hablando de aquello, de lo que allí sucedió, es un punto de inflexión a analizar. Se recuerda al Tenazas de Morón y a un joven Niño Caracol de doce años como los ganadores. Pero quien de verdad salió ganador fue el propio flamenco, que aprovecha la prensa del momento y la visión empresarial y teatril del evento, para entrar en una nueva etapa.La mal llamada: “Ópera Flamenca”. Que pese a quien le pese, es la época dorada del cante flamenco por calidad y cantidad. No se trata de volver a recordar a todos los geniales cantaores porque para eso ya está el árbol-póster. Son casi un centenar de profesionales los que brillarán en esta nueva etapa flamenca. Unos más completos que otros,pero todos con aportaciones de una manera u otra al flamenco.No creo que haya habido muchos ejemplos en la historia ni de la música ni de cualquier otro arte con semejante nivel de calidad artística y cantidad. Lo digo muy en serio. Sería digno de estudio doctoral a nivel socioeconómico, el por qué el flamenco empezó a ser una salida a ganarse la vida ejerciendo de profesional del cante en estas tres décadas (1920-1950) y el nivel alcanzado para ello que jamás se ha vuelto a repetir.La profesión queda fijada en estos años. Antes se “lismoneaba” al cantaor de cuarto cuando algún señorito quería fiesta.Esto duró más de un siglo. Ahora en teatros y con compañías, se lleva lo jondo a otras dimensiones bajo unos cánones establecidos. Con intereses y empresarios interesados. Tanta variedad de melismas y riquezas flamencas jamás se han vuelto a escuchar. Sólo con nombrar a cuatro de ellos es suficiente para alcanzar una mínima visión de lo que fueron esos años con dos guerras de por medio. Don Antonio Chacón, Pastora, Marchena y Cepero, brillan con luz propia durante esta denostada etapa. Sí denostada. Nunca le han atizado más al flamenco que en esta etapa de la Ópera Flamenca. Y no voy a perder ni un segundo más en repetir los complejos de ciertas mentes mediocres que condenan lo que no conocen. No existen cantes buenos o malos. Parafraseando al genio, sólo existen cantes buenos y cantes MEJORES.
Por supuesto está Vallejo, que en el adiós de Chacón, ya no se bajará del primer escalón de la cartelera, cobrando más que nadie. Recibirá ilustres premios por la férrea competencia que tuvo en ellos. No aparece un Vallejo de 33 años como por arte de magia para ganar la Copa Pavón. No estuvo en Granada y pudo haber estado en ese mítico concurso, salvo que tuvo problemas serios de voz y alguna que otra inseguridad personal que no le dejó asistir. Pero Vallejo ya estaba hecho como cantaor y cuando recibe esa copa en 1925, Don Antonio le dice aquello de: “te la doy porque te la mereces, pero “la vieja”(por Marchena) ganará más dinero que tú”. Sabias palabras de quien veía en Vallejo al más fiel heredero del cante flamenco tradicional, o si quieren, cante puro. Aunque no me gusta nada eso de “pureza”. Otro complejo más del que desprenderse. Dejémoslo ahí.
Chacón, el genial cantaor jerezano, ya muy trillado en 1926, cuando le otorga la II Llave de Oro a Vallejo, sabe que Pepe Marchena es otra cosa y que lleva un baúl extra en su cabeza, corazón y garganta. Es muy curioso ver que la II Llave de Oro la otorga Don Antonio Chacón y la entrega en mano Manuel Soto Loreto, Manuel Torre para la afición, cuya presencia en ese acto (sin galgos) cierra para mí la cuadratura flamenca. Ninguna otra llave puede tener la GRANDEZA FLAMENCA que tiene la de Vallejo. ¡ Es imposible ! Don Antonio Chacón y Manuel Torre que debieran tener las suyas propias, como también Pastora Pavón, que son las almas del flamenco, que han llevado el cante al siglo XX, desde la ultratumba a los teatros y concursos, le dan a un joven y pequeño ser llamado Manuel Vallejo la llave del cante. ¡Ea! ¡Ahí queda eso!
En este momento tendría que añadir a esa exclamación un apellido que todo buen aficionado sabe cuál es. Pero no, bastante daño se ha hecho ya escribiendo y sobre todo, no escribiendo...
(continuará)
Por supuesto está Vallejo, que en el adiós de Chacón, ya no se bajará del primer escalón de la cartelera, cobrando más que nadie. Recibirá ilustres premios por la férrea competencia que tuvo en ellos. No aparece un Vallejo de 33 años como por arte de magia para ganar la Copa Pavón. No estuvo en Granada y pudo haber estado en ese mítico concurso, salvo que tuvo problemas serios de voz y alguna que otra inseguridad personal que no le dejó asistir. Pero Vallejo ya estaba hecho como cantaor y cuando recibe esa copa en 1925, Don Antonio le dice aquello de: “te la doy porque te la mereces, pero “la vieja”(por Marchena) ganará más dinero que tú”. Sabias palabras de quien veía en Vallejo al más fiel heredero del cante flamenco tradicional, o si quieren, cante puro. Aunque no me gusta nada eso de “pureza”. Otro complejo más del que desprenderse. Dejémoslo ahí.
Chacón, el genial cantaor jerezano, ya muy trillado en 1926, cuando le otorga la II Llave de Oro a Vallejo, sabe que Pepe Marchena es otra cosa y que lleva un baúl extra en su cabeza, corazón y garganta. Es muy curioso ver que la II Llave de Oro la otorga Don Antonio Chacón y la entrega en mano Manuel Soto Loreto, Manuel Torre para la afición, cuya presencia en ese acto (sin galgos) cierra para mí la cuadratura flamenca. Ninguna otra llave puede tener la GRANDEZA FLAMENCA que tiene la de Vallejo. ¡ Es imposible ! Don Antonio Chacón y Manuel Torre que debieran tener las suyas propias, como también Pastora Pavón, que son las almas del flamenco, que han llevado el cante al siglo XX, desde la ultratumba a los teatros y concursos, le dan a un joven y pequeño ser llamado Manuel Vallejo la llave del cante. ¡Ea! ¡Ahí queda eso!
En este momento tendría que añadir a esa exclamación un apellido que todo buen aficionado sabe cuál es. Pero no, bastante daño se ha hecho ya escribiendo y sobre todo, no escribiendo...
(continuará)