jueves, 15 de octubre de 2020

129 AÑOS ...MANUEL VALLEJO, EL FARAÓN SIN CORONA.

 

          MANUEL VALLEJO, 129   AÑOS.

            Manuel Jiménez Martínez de Pinillos, Manuel Vallejo para la grandeza del flamenco, vino al mundo un 15 de octubre de 1891 en Sevilla con aires jerezanos en sus pulmones, ya que sus lamentos, dicen que se escuchaban por  sones siguiriyeros  del Sr. Molina. De eso hace  129 años ya.

Baste esta pequeña broma introductoria para devolver una ínfima porción de realidad flamenca al cantaor más  antológico completo y redondo que haya nacido hasta hoy. Un cantaor enciclopédico, como le gusta a la afición flamenca recordar a sus grandes maestros y Manuel Vallejo estuvo, está y estará en ese exclusivo olimpo por méritos  contrastados y reconocidos, de forma tardía, pero ahí están. Hoy desde Emilio Jiménez Díaz hasta Manuel Martín Martín, han reconocido el evidente e injusto marasmo que sufrió Vallejo por motivos ajenos a su valía como artista.

      Y es que desde su muerte en 1960 hasta 1990, Vallejo no existe en la memoria colectiva flamenca. Tres décadas de silencio para vergüenza de la afición y orgullo de unos cuantos; de plumillas bebedoras y mejores comedoras, como diría aquel periodista con mayúsculas.

Pasarán ¡treinta años! Para volver a oir hablar de nuevo del pequeño cantaor sevillano, a raíz de la celebración que le organizan sin complejo alguno, sus biógrafos oficiales, a los que cariñosamente conocemos como  Los tres Manolos”:  (Yerga Lancharro, Centeno y Cerrejón). El motivo no puede ser más apropiado, el centenario de su nacimiento en 1991 .El lugar elegido : “Torres Macarena”. Una de las peñas flamencas con más solera de Sevilla.

 Dos semanas de homenajes y conferencias con respetuosas opiniones  de voces  nada sospechosas como la de Miguel Ríos Ruiz, Miguel Acal, Gonzalo Rojo  o Ángel Álvarez Caballero. Todos con sumo respeto aportan datos que contrastan con ese silencio que parece nadie quiere acometer.

Ni siquiera Chano Lobato cuando recuerda las rarezas de Manuel, sólo comenta que no aceptaba la presencia de quienes no mostraban respeto ante su persona. Que el mismo tomaba en “La Campana”  cafés con el maestro y veía cosas que no le gustaban y entendía perfectamente su proceder.

Juan Valderrama, Luis Caballero, Enrique Orozco y La Niña de la Puebla estarán esa primera semana de octubre de 1991, intentando acercar con vivencias y datos la alargada sombra de Vallejo. También se lanza una edición especial  de “Sevilla Flamenca”. Se tira la casa por la ventana y Pasarela edita una bella caja numerada de mil unidades, con un muy acertado disco, una réplica de la II Llave de Oro ganada en 1926 y un llavero de la Copa Pavón ganada en 1925. Toda una “joya”magníficamente ilustrada que no intenta paliar nada, salvo el flagrante silencio cometido hacia un profesional que no merece por personalidad artística y antológica obra, semejante trato. Un legado que Vallejo construyó durante cuatro décadas y que otros se encargaron de borrar, o cuando menos, ocultar de la bibliografía oficial.

 

 

 Manuel Vallejo conoció tres épocas muy distintas a lo largo de su vida profesional. La inicial, formativa, que le lleva hasta 1920 y coincide con el final de una etapa flamenca; otra de éxito en calidad y cantidad que podemos fechar entre 1923 y 1950 y una tercera de ostracismo hasta su muerte en 1960.

    Lo que nunca conoció Manuel Vallejo en vida fue la mediocridad. Sus últimas grabaciones de 1950, con Paco Aguilera a la guitarra son de un temple y una calidad exquisita. Nada tienen que envidiar a las primeras de 1923 con Ramón Montoya. Su poderosa voz, permanece segura  y con el timbre tan visceral que siempre le caracterizó. Parece mentira estar escuchando al mismo Vallejo de los años veinte, ahora con sesenta años a cuestas.

Mantener ese nivel con un repertorio de más de 20 palos diferentes le dan derecho propio a estar en cabeza de cartel tres décadas seguidas. Derecho a pasar a la historia del flamenco como leyenda sagrada a la misma altura de la genial Niña de los Peines, quien siempre que pudo alabó en público y privado su figura.

 Vallejo estará los mismos treinta años, pero oculto  en un cajón de fandangueros y otros estilos que molestan al flamenco de turno en estos años 60 y 70. Cantes y cantaores que desaparecen de la escena y lo más grave, de la historia escrita flamenca. Sólo  porque  no interesan en los años venideros.

        En 1891 ya muerto Silverio y con un joven  Antonio Chacón que todavía no se ha ganado el “ Don”, viene al mundo Vallejo. Son tiempos de Cafés Cantantes donde un pequeño Manuel apenas puede asomar el cogote por edad en estos ambientes. Sin embargo, pregona por las calles sevillanas vendiendo toda clase de viandas y despertando en el vecindario una atención y un interés que jamás perdería ya durante décadas.

 

 

Vallejo es el cantaor más completo que he escuchado. No son palabras mías, lo dijo en plenitud una tal Pastora Pavón Cruz.  Y es que la Niña de los Peines sabía muy bien ya en los años treinta cómo se las gastaba el pequeño gran cantaor payo de la vieja calle San Luis. Sabía, como compañera de faena, que Vallejo tenía cristalitos en la barriga para alicatar tres cuartos de baño. Ahora bien, ¿Vallejo es el mejor cantaor de la historia? No. ¿Cantaores mejores? , seguro. ¿Más jondos?, por supuesto  y ¿con una voz más flamenca?, a montones.         Pero ¿que hayan cantado tanto como Vallejo y de forma tan redonda en el tiempo?…pocos. Sólo en esta balanza nos aparece la imagen de La Pastora Divina.

En estos años (1920-1950) Vallejo deja grabadas 23 siguiriyas de todos los estilos; 24 bulerias con un dominio del compás y una velocidad que hacen jalear al más pintado; otras tantas saetas; 17 malagueñas; 28 granadinas y medias; 8 fandangos por soleá (creación personal) y así hasta casi 150 placas que dan unos 245 cantes para deleite de todas las generaciones.

¿Quién deja semejante legado? ¿Escacena?,¿El Mochuelo?

Y lo más ¡¡¡flagrante!!!

¿Quién dejando semejante legado puede ser arrinconado y olvidado en un triste cajón treinta años?

Afortunadamente esto no siempre fue así. Manuel Vallejo tuvo una personalidad muy fuerte, retraída, rara, que le granjeó pocas amistades en vida y muchos problemas. Otra cosa es su trono profesional que se mantuvo seguro y firme mientras estuvo encima de un escenario. En algunos de sus cantes grabados hace referencias  tanto él mismo como los que le jalean:  y  decían que no podía”,“eso es cantar…”…se escucha de fondo en muchos de sus cantes.

 

En sus primeros años  se pateará toda España aprendiendo el duro oficio de los escenarios en eternas turnés. Siempre muy bien acompañado y aprendiendo un serio oficio  que merece toda su dedicación.

Manolo Cerrejón en su homenaje  en forma de libro, junto a Juan Luis Franco: “Manuel Vallejo: Vida y obra de una leyenda del flamenco”( Giralda,2002) , incluye una multitud de carteles donde se aprecian las interminables giras hasta fuera de España y el rango que va adquiriendo nuestro pequeño gran cantaor.

Barcelona será una plaza donde pasará varios años de su juventud aprendiendo los sinsabores del cante, en una década (1920) donde las cosas están cambiando muy rápido para el país y donde el flamenco no iba a ser menos. Parece sacar la cabeza de los cuartos, de los escasos cafés cantantes y reservados, para suscitar el interés de otros campos culturales más extensos como teatros y plazas. Los jóvenes y no tan jóvenes desean dignificar el flamenco llevándolo a otros ambientes y dando a conocer una música que se intenta buscar un sitio en una España emergente y convulsa.

 Será el Concurso de Granada de 1922 el que abrirá la puerta de par en par hacia nuevos escenarios donde recibir al flamenco. Grandes personalidades culturales como Falla y Lorca juegan en otra dimensión y su interés como músicos por el cante jondo hará de espaldarazo para salir de la cueva donde lleva metido el cante doscientos años.

Que hoy, un siglo después de ese primer concurso, se siga hablando de aquello, de lo que allí sucedió, es algo digno de análisis. Se recuerda al Tenazas de Morón y a un joven Niño Caracol de doce años como los ganadores. Pero quien de verdad salió ganador fue el propio flamenco, que aprovecha la prensa del momento y la visión empresarial y teatral del evento, para dejar inaugurada  una nueva etapa para nuestro arte.

La mal llamada:  “Ópera Flamenca”, que pese a quien le pese, es la época dorada del cante flamenco por calidad y cantidad. Casi un centenar de profesionales los que brillarán en esta nueva etapa flamenca. Unos más completos que otros, pero todos con aportaciones de una manera u otra al flamenco.

No creo que haya habido muchos ejemplos en la historia ni de la música ni de cualquier otra representación artística con semejante nivel de influencia en el resultado final. De calidad contrastada. Sería digno de estudio a nivel socioeconómico, el momento en que  el flamenco empezó a ser una salida laboral para ganarse la vida ejerciendo de profesional del cante en estas tres décadas (1920-1950). El nivel alcanzado para ello que jamás se ha vuelto a repetir. La profesión que hasta entonces había sido pasto de maleantes, cuatro borrachos y gente de mala vida, queda fijada en estos años como una profesión de la que poder aglutinar multitud de salarios, de responsabilidades. Antes se “lismonea” al cantaor de cuarto cuando algún señorito quería fiesta. Esto duró más de un siglo. Ahora son teatros y compañías las que encierran familias enteras que vivirán del trabajo de unos contratos y registros laborales. Se lleva lo jondo a otras dimensiones bajo unos cánones muy establecidos. Con intereses, porcentajes y beneficios de empresarios muy interesados.

Tanta variedad de melismas y riquezas flamencas jamás se han vuelto a escuchar como en esta época. Sólo con nombrar a cuatro de ellos es suficiente para alcanzar una mínima visión de lo que fueron esos años con dos guerras de por medio y del nivel donde Vallejo reinó: Don Antonio Chacón, Pastora, Marchena y Cepero. Todos brillan con luz propia durante esta denostada etapa. Sí denostada. Nunca le han atizado más al flamenco que en esta etapa de  Ópera Flamenca.  

Siempre se dijo que no existen cantes buenos o malos, sólo existen cantes buenos y cantes mejores y suenan igual de bien en un teatro como en un cuarto. Lo que hay es que buscar a cantaores dignos, buenos o geniales que llenen teatros o plazas de toros.

 

Está pasando hoy día con jóvenes que meten a cincuenta mil personas en una plaza de toros y ciertas plumas quieren volver a rescatar la “ confusión”. No señores, el flamenco tiene más de dos siglos de talento en sus vitrinas con  una base sólida donde beber. Para los que quieran beber de esas fuentes.

 Vallejo en el adiós de  Chacón, ya no se bajará del primer escalón del cartel. Cobrando más que nadie, recibirá premios en férrea competencia tanto de Marchena, Pepe Pinto o Cepero. No aparece un Vallejo de 33 años como por arte de magia para ganar la Copa Pavón. No estuvo en Granada en el 22 y pudo haber estado en ese mítico concurso, salvo que tuvo problemas serios de voz y alguna que otra inseguridad personal que no le animó a asistir.

Pero Vallejo ya estaba hecho como cantaor y cuando recibe la copa Pavón en 1925, Don Antonio le dice aquello de: “te la doy porque te la mereces, pero “la vieja” (por Marchena) ganará más dinero que tú”. Sabias palabras de quien veía en Vallejo al más fiel heredero del cante flamenco tradicional, o si quieren, cante puro. Aunque no me gusta nada ese término “pureza”. Otro complejo más del que desprenderse. Dejémoslo ahí.

Chacón, el genial cantaor jerezano, ya muy trillado en 1926, cuando le otorga la  II Llave de Oro a Vallejo, sabe que Pepe Marchena es otra cosa y que lleva un baúl extra en su cabeza, corazón y garganta.

Es curioso ver que la II Llave de Oro la otorga Don Antonio Chacón y la entrega en mano Manuel Soto Loreto, Manuel Torre para la afición y cuya presencia en ese acto (sin galgos) cierra para mí la cuadratura  flamenca. Ninguna otra llave puede tener la GRANDEZA FLAMENCA  que tiene la de Vallejo en 1926. ¡ Es imposible !

 

 

 

 Don Antonio Chacón y Manuel Torre que debieran tener las suyas propias por duplicado, como  también Pastora Pavón, que son las almas y biblias flamencas hasta entonces y pasados ya cincuenta años de la primera entrega; ellos que han llevado el cante del XIX al XX ,desde la ultratumba a los teatros y plazas.

Son ellos quienes tienen el HONOR de darle a un joven y pequeño cantaor llamado Manuel Vallejo la  2ª Llave de Oro del cante. ¡Ea!  ¡Ahí queda eso!

Manuel Vallejo como leyenda flamenca merece memoria eterna por su singular personalidad como artista, por una  originalidad creadora en fandangos y cantes festeros  y su pleno conocimiento durante más de tres décadas del oficio de cantaor. ¿Se imaginan ustedes lo que supone reinar en cualquier campo artístico durante esa barbaridad de tiempo? 

Pues eso es lo que hizo Vallejo desde 1923 hasta 1952. Dominar el mundo del cante en España de principio a fin. Un mundo donde se topó con enormes rivales que intentaron bajarle de ese pedestal que ocupó mientras pudo grabar, mientras fue “el faraón” del cante flamenco. Y aún  así, todavía Sevilla le niega una mísera escultura en alguno de sus múltiples parques .No hace falta que sea en el barrio de la  Macarena. ¿Qué podemos hacer la afición para poder ver restaurado este ilustre apellido en Sevilla?          ¡¡¡ Pero si hasta un singular juglar callejero como Luis Navas tiene en Córdoba su escultura a tamaño natural !!!

¿Qué necesita Manuel Vallejo para que su casa le devuelva una ínfima parte del prestigio ganado por el pequeño cantaor republicano? ¿Dinero? … ¿Políticos? … Ahí van los primeros 500 €  si de eso se trata…pero que la Confederación de Peñas Flamencas de Sevilla o quién correspondan ,no hagan nada año tras año…lustro tras lustro…década a década  y que hasta la mismísima Rosalía rescate unos  tangos de Manuel y pegue el pelotazo…es para darle la patá a la bici o mandarles a todos a…   

El año próximo  serán 130.

¡¡¡  VIVA  VALLEJO !!!