En 1996 tuve la suerte de acabar trabajando en Lebrija. Esta hermosa y abierta ciudad,
me ofreció experiencias inolvidables. Hice amistad con Mari Luz,una maestra sincera y
amiga de la gente; conocí el tapeo de su calle principal; aguanté al herrero Merino con
su inseparable caña y tuve la oportunidad de pasar varias tardes con Miguel,el Funi.
Miguel,que iba acompañado por uno de sus hijos,al que vigilaba muy de cerca,le
recuerdo alegre,gentil y mesurado en su conversación. No me conocía de nada y no
le importó sentarse aquellas tardes en mi compañía con un refresco y su blanco
pañuelo al cuello. Fue muy grato y amable conmigo y desde esta ventana,le recuerdo
hoy con sumo cariño. Un artista peculiar, honrado y llano.
Esta foto me la dedicó una de esas tardes que tan tranquilo me recibió en la taberna
como si me conociera de toda la vida.
Miguel lleva con decoroso estilo y gran prestancia el noble apellido -Pinini-.
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