jueves, 18 de abril de 2019

SEMBLANTE NADA SOSPECHOSO

VALLEJO, Manuel. Nombre artístico de Manuel Jiménez Martínez de Pinillo, originado por el apellido de su abuela paterna. Sevilla, 1891‑1960. Cantaor. Se inició en su ciudad natal, actuando en reuniones privadas y en los cafés cantantes de la época. En 1919, participó en el homenaje que se le tributó en el Salón Variedades sevillano a El Portugués, junto a El Cojo de Málaga, Fernando El Herrero, José Cepero, El Colorao, La Pompi, La Sorda, El Gloria, Antonio Moreno, Pepillo El Jerezano, Manolo El Moreno, Currito el de La Geroma, Niño Ricardo, Frasquillo y Antonio García. Su popularidad la alcanzó a lo largo de los años veinte y treinta, en los que realizó numerosísimas grabaciones discográficas y formó parte de muchos espectáculos en giras por toda la geografía española, actuaciones entre las que cabe reseñar las siguientes: en 1924, actúa en el Teatro La Latina de Madrid; en 1925, obtiene la Copa Pavón, en un concurso organizado por el teatro madrileño del mismo nombre, siendo jurado don Antonio Chacón, acontecimiento que José Blas Vega, tras las lógicas investigaciones, nos narra así: «El grandioso certamen comenzó el lunes 24 de agosto a las 10,45 de la noche. El precio de una butaca era cinco pesetas, el doble de lo habitual. Intervinieron los cantaores inscritos: Manuel Escasena, Angelillo, Manuel Vallejo, Niño de Madrid, Macareno, Cojo de Málaga, El Mochuelo, Niño de Tetuán y Niño de Marchena, y después de ellos y fuera de certamen "El rey del cante jondo" don Antonio Chacón, acompañado por Montoya. Cantó los caracoles, caña y polo. A la hora de deliberar el jurado, estaban las inclinaciones entre Vallejo y Marchena, siendo decisiva en la resolución la opinión de Chacón hacia Vallejo, y sin más comentario le hizo entrega a éste de la Copa en presencia de Ramón Montoya... Chacón le comentaría días más tarde en una de las fiestas que con motivo de la copa tuvieron ambos en Villa Rosa: Te he dao la copa porque la mereces, pero la Vieja por Marchena ganará más dinero que tú. Vallejo siempre sintió una gran admiración hacia Chacón, y como recuerdo de él llevaba consigo una foto y los gemelos de oro que le regalara en una fiesta». Este mismo año cantó en el Teatro Olimpia madrileño, con motivo de un homenaje a La Coquinera, y también en el Romea compitiendo con Manuel Centeno. Al año siguiente, 1926, después de cantar en Barcelona, participa nuevamente en la Copa Pavón, obteniéndola Centeno, pero en desagravio la empresa del teatro organizó una sesión en su homenaje, entregándosele como recuerdo, de manos de Manuel Torre, la Llave de Oro del Cante, el día 5 de octubre. Días más tarde fue contratado para cantar en el Circo Price. Durante 1927, actuó en Madrid en los siguientes locales: Teatro Novedades, Circo Parish, Teatro Fuencarral y Cine Madrid. Después de actuar, en 1928, en los teatros Fuencarral y Pavón y en el Cine Pardiñas, sale de Madrid en gira por toda España en compañía de don Antonio Chacón, a quien seguía en cotización económica cobrando quinientas pesetas diarias, con el espectáculo titulado Solemne fiesta andaluza, en el que también actuaban La Niña de los Peines, José Cepero, Guerrita, El Chato de Las Ventas, Bernardo el de los Lobitos, Ramón Montoya, Luis Yance, Manuel Mertell, Manuel Bonet, El Estampío, Frasquillo, Carmen Vargas, La Quica, Carmelita Borbolla, La Gabrielita, El Tóvalo, Rovira, Lolita Almería, Manolita La Macarena y un grupo llamado Los Seis Gitanillos de la Cava de Triana. La trayectoria artística de Manuel Vallejo, continuó por distintas ciudades españolas y, en 1930, presentó, junto a El Sevillanito, el espectáculo Nobleza gitana, en Barcelona, realizando también este mismo año una gira con El Pena. Encabezó espectáculos de ópera flamenca con los que se mantuvo en los carteles hasta 1936. Pasada la guerra civil, continuó actuando en distintos elencos y, en 1950, encabezó el espectáculo El Sentir de la copla. Su repertorio, muy amplio, ha quedado reflejado en sus discos, y sobre su personalidad artística quien primero se ocupó y más detenidamente fue Fernando el de Triana: «Muy justo en los cantes, su media granaína está bien hecha, y aunque su ejecución no ofrece grandes dificultades, es un cante de mucho efecto y está muy sujeto al compás; por fandango y bulerías canta muy bien, y por siguiriyas muy justo y efectista. Además, me agrada más este artista porque no abusa del Crimen de Cuenca, como yo les digo a esos romances que ridículamente colocan casi todos los cantadores modernos en el lugar que debiera ocupar una bien medida cuarteta o quintilla». Manuel Yerga Lancharro ha exaltado el arte de Manuel Vallejo con estas palabras: «Como cantaor fue preciosista a la vez que grande. Tan grande como el que más. Tanto es así, que si queremos hacer una justa y ponderada valoración del cante flamenco de los años veintitantos, hemos de escoger entre sus máximos y polifacéticos intérpretes a Manuel Vallejo y a La Niña de los Peines. Después de estos dos profesionales, sería muy difícil encontrar otra pareja que la igualase. Como bailaor, junto a Pastora y Juanito Mojama, formó un trío muy exquisito». El cantaor Enrique Orozco ha declarado a José Blas Vega acerca de Manuel Vallejo: «Mejor que ése no ha cantao nadie por bulerías y no digamos bailando, cuando cantaba y al mismo tiempo metía los pies por bulerías  cosa dificilísima con los dos pies, ya que todos incluidos los gitanos sólo meten el derecho». Antonio Murciano ha analizado el cante de Manuel Vallejo con el comentario que transcribimos: «Creo que la vida artística de Manolo Vallejo puede precisarse en dos etapas muy definidas: una hasta 1930, aproximadamente, de cantaor general, a la vieja usanza, como mandan los más recios cánones, y otra, posterior, en la que  desgraciadamente inclinada la balanza del gusto público al operismo flamenco y a la comercialización folklórica, con las excepciones de todos conocidas él intentó honradamente conciliar su clasicismo con lo mejor del movimiento innovador, dosificándolo y adaptándolo a su personal temperamento, cosa que, para mí, consiguió plenamente». Manuel Urbano ha transcrito una serie de letras de saetas autógrafas de Manuel Vallejo, antecediéndolas de un comentario, en el que entre otras cosas sobre el cantaor escribe: «hemos de convenir en reconocerle como uno de los saeteros más apreciados y de mayor categoría de la historia flamenca». En 1982, fue colocada una placa en su recuerdo en la casa donde nació.

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