MANUEL VALLEJO:
95 AÑOS
DE LA II LLAVE DE ORO DEL FLAMENCO.
Manuel Jiménez Martínez de Pinillos, Manuel Vallejo para la grandeza del flamenco, vino al mundo un 15 de octubre de 1891 en Sevilla con aires jerezanos en sus pulmones, ya que sus lamentos, dicen que se escuchaban por sones siguiriyeros del Sr. Molina. De eso hace 130 años ya.(15-O).
Baste esta pequeña broma introductoria para devolver una ínfima porción de realidad flamenca al cantaor más antológico completo y redondo que haya nacido hasta hoy. Un cantaor enciclopédico, como le gusta a la afición flamenca recordar a sus grandes maestros y Vallejo estuvo, está y estará en ese exclusivo olimpo por contrastados méritos, reconocidos de forma tardía, pero ahí están, junto con los de Silverio, Chacón, Pastora, Marchena, Caracol, Mairena, Fosforito, Camarón y Morente. Los diez únicos y verdaderos dueños totales del cante en sus respectivas épocas. Reyes y absolutos dominadores por calidad y cantidad creadora, con o sin corona (Llave de Oro).
¡No hay más! Lo otro, lo subjetivo, siempre serán ganas de tirarse por ventanas o romperse camisas que no salen de la graciosa anécdota flamenca.
Hoy desde Emilio Jiménez Díaz hasta Manuel Martín Martín, han reconocido el evidente e injusto marasmo que sufrió Vallejo por motivos ajenos a su valía como artista.
Y es que desde su muerte en 1960 hasta 1990, Vallejo no existe en la memoria colectiva flamenca. Tres décadas de silencio. ¡Treinta años! para oir hablar de nuevo del pequeño cantaor sevillano, a raíz de la celebración que le organizan sin complejos, sus biógrafos oficiales, a los que cariñosamente conocemos como “ Los tres Manolos”: (Don Manuel Yerga Lancharro, Don Manuel Centeno y Manolo Cerrejón).Hay que añadir con orgullo a un cuarto Manuel (se ve que se ponen de acuerdo),Don Manuel Bohórquez Casado.El motivo no puede ser más apropiado, el centenario de su nacimiento (1891-1991).El lugar : Peña Flamenca “Torres Macarena”.
Dos semanas de homenajes y conferencias con respetuosas opiniones de voces nada sospechosas como la de Miguel Ríos Ruiz, Miguel Acal, Gonzalo Rojo o Ángel Álvarez Caballero. Todos con sumo respeto aportan datos que contrastan con ese silencio que parece nadie quiere acometer.
Ni siquiera el gran Chano Lobato, cuando recuerda las rarezas de Manuel, sólo comenta que no aceptaba la presencia de quienes no mostraban respeto ante su persona. Que él mismo tomaba en “La Campana” cafés con el maestro y veía cosas que no le gustaban y entendía perfectamente su proceder.
Juan Valderrama, Luis Caballero, Enrique Orozco y La Niña de la Puebla estarán esa primera semana de octubre de 1991, intentando acercar con vivencias y datos la alargada sombra de Manuel Vallejo. También se lanza una edición especial de “Sevilla Flamenca”. Se tira la casa por la ventana y Pasarela,a través de los grandes almacenes donde trabaja Don Emilio Jiménez Díaz, edita una bella caja numerada de mil unidades, con un muy acertado disco que incluye una réplica de la II Llave de Oro ganada el 5 de octubre de 1926 y un llavero de la Copa Pavón ganada en 1925. Toda una “joya” magníficamente ilustrada que no intenta paliar nada, salvo acabar con el flagrante silencio cometido hacia un profesional que no merece por personalidad artística y obra antológica, semejante trato.
Un legado que Vallejo construyó durante cuatro décadas y que otros se encargaron de borrar, o cuando menos, ocultar de la llamada bibliografía flamenca oficiosa.
Manuel Vallejo conoció tres épocas muy distintas a lo largo de su vida profesional:
- La inicial, formativa, que le lleva hasta 1920 y coincide con el final de la época dorada del flamenco.
- Una segunda de éxito en calidad y cantidad que podemos fechar entre 1923-1936.¡Dos décadas! de puro reinado por toda España, justo hasta la cruel guerra civil.
- La tercera debe empezar al final del conflicto bélico que evidentemente le pasará factura por su declarada y abierta condición republicana. El ostracismo y algo más (reales sustos por su vida), comienzan a dejarse notar en un devenir hasta las últimas grabaciones y muerte en 1960. Otras dos décadas sí, pero “mendigando” por Sevilla hasta la sal que derramó.
Lo que nunca conoció Manuel Vallejo en vida fue la mediocridad. Sus últimas grabaciones de 1950, con Paco Aguilera a la guitarra son de un temple y una calidad exquisita. Nada tienen que envidiar a las primeras de 1923 con Ramón Montoya. Su poderosa voz, permanece intacta con el timbre visceral que siempre le caracterizó. Parece mentira estar escuchando al mismo Vallejo de los años veinte, ahora con sesenta años a cuestas.
Mantener ese nivel con un repertorio de más de 20 cantes diferentes le dieron derecho propio a estar en cabeza de cartel tres décadas seguidas. Desde el gran maestro, Don Antonio Chacón, pasando por la sobriedad de un Cepero o la valentía de un Marchena, Vallejo no se bajará ya de la cabeza de cartel, cobrando más que nadie y con el derecho a pasar por la historia del flamenco como leyenda sagrada a la misma altura de la genial gitana Pastora Pavón, “La Niña de los Peines”. Jamás permitió la diosa de bronce fundío, aquella que poseía un metal en su garganta que callaba a todo cantaor que se subió con ella a un escenario, esa Pastora, estando en sus cabales, nunca permitió que nadie hablara con dudas frente a ella del pequeño cantaor. Incluso sabemos que su amado Pepe en más de una ocasión, guasón y largo como era el Pinto, también se llevó alguna por ronearle a Vallejo el merecido reconocimiento. Pastora amaba el cante de Vallejo. Ella, gitana por los cuatro costaos, supo ver en ese hombrecillo de escaso metro sesenta, la sabiduría flamenca jonda que a ella la conmovía, la que la emocionaba tanto en cuartos como encima de un tablao. La más grande de la historia podía ver cristalitos en la barriga de Manuel por siguiriyas y en sus botines el torrente de compás que manaba de aquel ser al que siempre respetó como compañero y llegó a considerar amigo. Eso, son palabras mayores, señores.
Vallejo, Pastora y Niño Ricardo.
Vallejo estará los mismos treinta años oculto en un cajón de fandangueros y otros estilos que molestan al flamenco de turno entre las décadas de 1960 a 1990.
Tiempo de silencio.
¡Cantes! y cantaores que desaparecen de escena, siendo lo más triste que desaparecen de la misma historia escrita flamenca. Sólo porque no interesan en los años venideros seguir hablando de ellos. Está muy bien que el cante evolucione, siempre ha sido así, épocas que dan paso a otras con distintas estéticas y miradas.
En 1891 ya muerto Silverio y con un joven Antonio Chacón que todavía no se ha ganado el “ Don”, viene al mundo Manuel Vallejo. Son tiempos de Cafés Cantantes donde un pequeño Manuel apenas puede asomar el cogote por edad en estos ambientes. Sin embargo, pregona por las calles sevillanas vendiendo toda clase de viandas y despertando en el vecindario una atención y un interés que jamás perdería ya durante décadas.
“Vallejo es el cantaor más completo que he escuchado”. No son palabras mías, lo dijo en plenitud una tal Pastora Pavón Cruz. Y es que la Niña de los Peines sabía muy bien ya en los años treinta cómo se las gastaba el pequeño gran cantaor payo de la vieja calle San Luis. Sabía, como compañera de faena, que Vallejo tenía cristalitos en la barriga para alicatar tres cuartos de baño. Ahora bien:
- ¿Vallejo es el mejor cantaor de la historia? No.
-¿Cantaores mejores? Seguro.
-¿Más jondos? Por supuesto.
- ¿Con una voz más flamenca? A montones.
- ¿Que hayan cantado tanto y tan completo en el tiempo? Pocos.
Sólo en esta balanza nos aparece la imagen de Pastora.
En estos años (1920-1950) Vallejo deja grabadas 23 siguiriyas de todos los estilos; 24 bulerias con un dominio del compás y una velocidad que hacen jalear al más pintado; otras tantas saetas; 17 malagueñas; 28 granadinas y medias; 8 fandangos por soleá (creación personal) y así hasta casi 150 placas que dan unos 245 cantes para deleite de todas las generaciones.
¿Quién deja semejante legado? ¿Escacena?,¿El Mochuelo?
Y lo más ¡¡¡flagrante!!!
¿Quién dejando semejante legado puede ser arrinconado y olvidado en un triste cajón treinta años?
Afortunadamente esto no siempre fue así.
Vallejo tuvo una personalidad muy fuerte, retraída, rara, que le granjeó pocas amistades en vida y muchos problemas. Otra cosa es su trono profesional que se mantuvo seguro y firme mientras estuvo encima de un escenario. En algunos de sus cantes grabados hace referencias tanto él mismo como los que le jalean: “y decían que no podía”,“eso es cantar…”…se escucha de fondo en muchos de sus cantes.
En sus primeros años se pateará toda España aprendiendo el duro oficio de los escenarios en giras eternas . Siempre muy bien acompañado y aprendiendo un serio oficio que merece toda su dedicación.
Manolo Cerrejón en su homenaje en forma de libro, junto a Juan Luis Franco: “Manuel Vallejo: Vida y obra de una leyenda del flamenco”( Giralda,2002) , incluye una multitud de carteles donde se aprecian las interminables giras hasta fuera de España y el rango que va adquiriendo nuestro pequeño gran cantaor, siempre en cabeza de cartel.
Barcelona será una plaza donde pasará varios años de su juventud aprendiendo los sinsabores de la vida y del cante, en una década (1920) donde las cosas están cambiando muy rápido para el país y donde el flamenco no iba a ser menos.
Parece sacar la cabeza de los cuartos, de los escasos cafés cantantes y reservados, para suscitar el interés de otros campos culturales más extensos como teatros y plazas. Los jóvenes y no tan jóvenes desean dignificar el flamenco llevándolo a otros ambientes y dando a conocer una música que se intenta buscar un sitio en una España emergente y convulsa.
Será el Concurso de Granada de 1922 ( ahora hace un siglo de semejante hito) ,el que abrirá la puerta de par en par hacia nuevos escenarios donde recibir al flamenco. Personalidades culturales como Falla, Lorca, Romero de Torres o Zuloaga, juegan un papel fundamental de contrapeso ante cierto “antiflamenquismo ”.Desde su interés como músicos y artistas por el cante jondo hará de espaldarazo definitivo para salir de la cueva donde algunos quieren que siga el cante otros doscientos años más.
Un siglo después de ese primer concurso, el hecho de que se siga hablando de aquello, de lo que allí sucedió, es algo digno de análisis. Con Don Antonio Chacón en el jurado,se recuerda al Tenazas de Morón y a un joven Niño Caracol de doce años como los ganadores del evento. Pero quien de verdad salió ganador fue el propio flamenco, que aprovecha la prensa del momento y la visión empresarial y teatral para dejar inaugurada una nueva etapa en nuestra música.
La criticada “Ópera Flamenca”, que pese a quien le pese, es una época dorada del cante flamenco por calidad y cantidad de artistas. Casi un centenar de profesionales los que brillarán en esta nueva etapa flamenca. Unos más completos que otros, pero todos con aportaciones de una manera u otra al flamenco entre 1920 y 1950.
No creo que haya habido muchos ejemplos en la historia ni de la música ni de cualquier otra representación artística con semejante nivel de influencia en el resultado final. De calidad contrastada. Sería digno de estudio a nivel socioeconómico, el momento en que el flamenco empezó a ser una salida laboral para ganarse la vida ejerciendo de profesional del cante en estas tres décadas . El nivel alcanzado jamás se ha vuelto a repetir. La profesión que hasta entonces había sido pasto de maleantes, cuatro borrachos y gente de mala vida, “campesino sin tierra”, queda fijada en estos años como una profesión de la que poder aglutinar multitud de salarios, así como de responsabilidades. Antes se “lismonea” al cantaor de cuarto cuando algún señorito quería fiesta o era menester. Esto que duró más de un siglo llega a su fin. Ahora son teatros y compañías las que encierran familias enteras que vivirán del trabajo de unos contratos y registros laborales. Se lleva lo jondo a otras dimensiones bajo unos cánones muy establecidos. Con intereses, porcentajes y beneficios de empresarios muy comprometidos.
Tanta variedad de melismas y riquezas flamencas jamás se han vuelto a escuchar como en esta época. Sólo con nombrar a cuatro de ellos es suficiente para alcanzar una mínima visión de lo que fueron esos años con dos guerras de por medio y del nivel donde Manuel Vallejo reinó: Don Antonio Chacón, Pastora, Marchena y Cepero. Todos brillan con luz propia durante esta denostada etapa. Sí denostada. Nunca le han atizado más al flamenco que en esta etapa de Ópera Flamenca.
Siempre se dijo que no existen cantes buenos o malos, sólo existen cantes buenos y cantes mejores y suenan igual de bien en un teatro como en un cuarto. Lo que hay es que buscar cantaores dignos, buenos o geniales que llenen teatros y plazas de toros.
Está pasando hoy día con jóvenes que meten a cincuenta mil personas en una plaza de toros y ciertas plumas quieren volver a rescatar la “ confusión”.
¡No señores!
El flamenco tiene más de dos siglos de talento en sus vitrinas con una base sólida donde beber, para los que quieran beber de esas fuentes…
Vallejo en el adiós de Chacón, ya no se bajará del primer escalón del cartel. Cobrando más que nadie, recibirá premios en férrea competencia tanto del Niño de Marchena, Pepe Pinto o José Cepero,un cantaor jerezano que quita el sentío con sus letras. No aparece un Vallejo de 33 años como por arte de magia para ganar la Copa Pavón y la Llave de Oro. No estuvo en Granada en el 22 y pudo haber estado en ese mítico concurso de no haber sido por unos problemas serios de voz que no le animó a asistir y prefirió viajar a Barcelona donde vivió unos años.
Pero Vallejo ya estaba hecho como cantaor cuando recibe la copa Pavón en 1925, Don Antonio le dice aquello de:
“Te la doy porque te la mereces, pero la vieja (por Marchena) ganará más dinero que tú”.
Sabias palabras de quien veía en Manuel al más fiel heredero del cante flamenco tradicional, o si quieren,el cante de siempre. Chacón, el genial cantaor jerezano, ya muy trillado en 1926, cuando le otorga la II Llave de Oro a Vallejo, sabe que Pepe Marchena es otra cosa y que lleva un baúl extra en su cabeza, corazón y garganta.
Es curioso ver que en la II Llave de Oro Flamenca, esa que algunos achacan al invento comercial de Vedrines;esa misma,tiene el beneplácito de Don Antonio Chacón y la entregará en mano, nada más y nada menos que, Manuel Torre,cuya sola presencia en ese acto (sin galgos) cierra la cuadratura flamenca.
Don Antonio Chacón y Manuel Torre que debieran tener las suyas propias por duplicado, como también Pastora Pavón, son las almas y biblias flamencas hasta entonces y pasados ya cincuenta años de la primera entrega. Ellos han llevado el cante del XIX al XX ,desde la ultratumba a los teatros y plazas.
Manuel Vallejo como leyenda flamenca merece memoria eterna por su singular personalidad como artista, por una originalidad creadora en fandangos y cantes festeros y su pleno conocimiento durante más de tres décadas del oficio de cantaor. ¿Se imaginan ustedes lo que supone reinar en cualquier campo artístico durante esa barbaridad de tiempo?
Pues eso es lo que hizo Vallejo desde 1923 hasta 1952. Dominar el mundo del cante en España de principio a fin. Un mundo donde se topó con enormes rivales que intentaron bajarle de ese pedestal que ocupó mientras pudo grabar, mientras fue “el faraón” del cante flamenco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario